Esta presencia se manifiesta en los grandes conjuntos de cuevas artificiales, que se extienden por Álava de este a oeste, con decenas de iglesias, celdas eremíticas y otras cavidades para usos varios.
Unos siglos más tarde, la población se va asentando en pequeños núcleos, dotándose de construcciones estables, entre ellas las de las iglesias.
Testigos de ello son algunos elementos correspondientes a estos templos, como los restos de la antigua iglesia de Buradón con su altar monolítico, el bello pie de altar de Luko o el altar y celosías de piedra de la ermita de San Victor en Izki, además de los de Cucho o San Julián y Santa Basilisa en Zalduondo, construida en el siglo X, alrededor de una aldea anterior de los siglos VI y VII. En todas esas reliquias se aprecia la impronta del arte visigótico, antecesor de nuestro románico.
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